La confitería tenía un ambiente agradable, propicio para las charlas quedas y los pensamientos solitarios. Buen lugar. Había estado allí algunas veces, siempre acompañada. Ahora estaba sola, aunque si todo salía como lo había planeado no sería por mucho tiempo. Faltaban algo más de treinta minutos para las cinco de la tarde, la hora señalada.
Eligió una mesa ubicada al lado de un ventanal desde donde podía ver la acera y la entrada del establecimiento. Perfecto. Se sentó y dejó la pesada maleta a su lado, pero enseguida pareció arrepentirse, así que se levantó y la puso junto a la silla que quedaba vacía. Ese es tu sitio.
Luego dejó el móvil encima de la mesa y lo miró ansiosa. ¿Vendrá? Tiene que venir, no tengo un plan B. Sacudió la cabeza junto con los pensamientos pues el camarero se le acercó para preguntarle qué deseaba tomar, mientras echaba una mirada curiosa a la maleta.
—Tráigame una botella de champán, bien fría —dijo después de dudar unos instantes.
El camarero se le quedó mirando por un instante, seguramente extrañado de tan inesperado pedido de aquella mujer atractiva, elegante, algo nerviosa, y que portaba una importante maleta, aunque por su acento no era turista.
—Champán, bien, ¿alguna otra cosa?
—Nada más, y por favor que sea rápido, no tengo mucho tiempo.
El tiempo, ese gran dramaturgo que nos otorga papeles a los que cada uno no se presenta por propia voluntad.
Volvió a mirar el móvil. Todo iba bien. La cita no había sido cancelada y solo faltaban quince minutos para las cinco. Le temblaban las manos y tenía la boca seca. También los ojos y la garganta. Había llorado todas las lágrimas; solo así evitaría que se le escapara alguna mientras hacía lo que tenía que hacer.
El camarero destapó la botella de champán y le llenó la copa. Cerró los ojos al sentir el cristal frío en los labios y el líquido burbujeante rasgando su alma encogida. Aún estás ahí, maldito seas. Al fin y al cabo amar es como pasear por un acantilado: te puedes caer al vacío al pisar en falso o te pueden empujar al abismo del más profundo dolor.
Los minutos comienzan a arrastrarse hacia el final de una historia, de su historia de amor. Quizás sea puntual, y lo es. Acaba de entrar. Más joven que ella, aunque no tanto, ni bonita ni fea, ni alta ni baja; una mujer común. Levanta una mano para llamar su atención, pues la fulana no la conoce personalmente, aunque sin duda escuchó hablar de ella más de una vez. Se acerca sonriente. Es curioso pero no siente nada por esa mujer; ni rabia ni rencor, nada.
—Buenas tardes— dijo la recién llegada—. Yo soy…
—Sé quien eres y con quien te acuestas. Lamento haberte traído hasta aquí haciéndome pasar por otra persona, pero era la única manera que encontré para poder entregarte esa maleta, que ahora te pertenece.
—¿Quién es usted? —preguntó mirando con temor la maleta al lado de su silla.
—Soy la mujer de tu amante. No temas, no voy a hacerte daño —le dijo al ver que la otra se levantaba intempestivamente—. Siéntate y escucha. En ese maleta están algunas pertenencias del que hasta hoy fue mi marido. El resto se quemó… accidentalmente.
Ahí hay un par de calzoncillos sucios y algunos calcetines que no tuve tiempo de lavar. Entenderás que luego de que ayer los viera tan juntitos y satisfechos no me dieran ganas de poner la lavadora. También hay varias camisas sin planchar y la ropa que usó en el gimnasio. Además te traje las gotas para no roncar, que mucho efecto no le hacen, te soy sincera. Apuesto a que contigo no las usa, claro qué tonta, es que contigo no duerme, solo pasa unas horas de sexo desde hace ¿un año? Hay algunas cosas más, pero para qué extenderme en algo que ya irás viendo por ti misma. Ah, también metí en la maleta el portarretratos en el que estuvo la foto de nuestro casamiento y ahora contiene el número de teléfono de mi abogado. Bueno, si es lo que querías ya tienes el paquete completito. Que te aproveche. Te dejo el champán para que brindes por tu nueva vida, por la mía ya lo hice yo.
Se levantó, echó una mirada a la maleta y otra a la estupefacta mujer que en ese mismo momento dejaba de ser una idealizada amante clandestina, y salió a la calle para mezclarse con el río de individuos que marchan en procura de la felicidad.
Eligió una mesa ubicada al lado de un ventanal desde donde podía ver la acera y la entrada del establecimiento. Perfecto. Se sentó y dejó la pesada maleta a su lado, pero enseguida pareció arrepentirse, así que se levantó y la puso junto a la silla que quedaba vacía. Ese es tu sitio.
Luego dejó el móvil encima de la mesa y lo miró ansiosa. ¿Vendrá? Tiene que venir, no tengo un plan B. Sacudió la cabeza junto con los pensamientos pues el camarero se le acercó para preguntarle qué deseaba tomar, mientras echaba una mirada curiosa a la maleta.
—Tráigame una botella de champán, bien fría —dijo después de dudar unos instantes.
El camarero se le quedó mirando por un instante, seguramente extrañado de tan inesperado pedido de aquella mujer atractiva, elegante, algo nerviosa, y que portaba una importante maleta, aunque por su acento no era turista.
—Champán, bien, ¿alguna otra cosa?
—Nada más, y por favor que sea rápido, no tengo mucho tiempo.
El tiempo, ese gran dramaturgo que nos otorga papeles a los que cada uno no se presenta por propia voluntad.
Volvió a mirar el móvil. Todo iba bien. La cita no había sido cancelada y solo faltaban quince minutos para las cinco. Le temblaban las manos y tenía la boca seca. También los ojos y la garganta. Había llorado todas las lágrimas; solo así evitaría que se le escapara alguna mientras hacía lo que tenía que hacer.
El camarero destapó la botella de champán y le llenó la copa. Cerró los ojos al sentir el cristal frío en los labios y el líquido burbujeante rasgando su alma encogida. Aún estás ahí, maldito seas. Al fin y al cabo amar es como pasear por un acantilado: te puedes caer al vacío al pisar en falso o te pueden empujar al abismo del más profundo dolor.
Los minutos comienzan a arrastrarse hacia el final de una historia, de su historia de amor. Quizás sea puntual, y lo es. Acaba de entrar. Más joven que ella, aunque no tanto, ni bonita ni fea, ni alta ni baja; una mujer común. Levanta una mano para llamar su atención, pues la fulana no la conoce personalmente, aunque sin duda escuchó hablar de ella más de una vez. Se acerca sonriente. Es curioso pero no siente nada por esa mujer; ni rabia ni rencor, nada.
—Buenas tardes— dijo la recién llegada—. Yo soy…
—Sé quien eres y con quien te acuestas. Lamento haberte traído hasta aquí haciéndome pasar por otra persona, pero era la única manera que encontré para poder entregarte esa maleta, que ahora te pertenece.
—¿Quién es usted? —preguntó mirando con temor la maleta al lado de su silla.
—Soy la mujer de tu amante. No temas, no voy a hacerte daño —le dijo al ver que la otra se levantaba intempestivamente—. Siéntate y escucha. En ese maleta están algunas pertenencias del que hasta hoy fue mi marido. El resto se quemó… accidentalmente.
Ahí hay un par de calzoncillos sucios y algunos calcetines que no tuve tiempo de lavar. Entenderás que luego de que ayer los viera tan juntitos y satisfechos no me dieran ganas de poner la lavadora. También hay varias camisas sin planchar y la ropa que usó en el gimnasio. Además te traje las gotas para no roncar, que mucho efecto no le hacen, te soy sincera. Apuesto a que contigo no las usa, claro qué tonta, es que contigo no duerme, solo pasa unas horas de sexo desde hace ¿un año? Hay algunas cosas más, pero para qué extenderme en algo que ya irás viendo por ti misma. Ah, también metí en la maleta el portarretratos en el que estuvo la foto de nuestro casamiento y ahora contiene el número de teléfono de mi abogado. Bueno, si es lo que querías ya tienes el paquete completito. Que te aproveche. Te dejo el champán para que brindes por tu nueva vida, por la mía ya lo hice yo.
Se levantó, echó una mirada a la maleta y otra a la estupefacta mujer que en ese mismo momento dejaba de ser una idealizada amante clandestina, y salió a la calle para mezclarse con el río de individuos que marchan en procura de la felicidad.
18 comentarios:
Buena manera de cerrar un ciclo. Si hay algo -siento- que mate el amor de raíz, es la traición. El símbolo de la maleta es potente y logrado en tu texto. El tono frío e irónico le confiere una dureza dolorosa pero a la vez me habla de la aceptación, aceptar que, como dice Serrat... "nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio".
Un saludo fraterno para ti!!!!
Que buenoooooooooooooo.
Genial.
Aplausos.
Besos.
Buen relato. Las venganzas que señalas me encantan, nada cuentas pero efectivísimas.
¡Ah!, el champam, ¡chapeau!
Bicos.
Desde el punto de vista narrativo, literario me parecio estupendo...estando tan lejos me asusta.Nil
Qué bueno Carmen... Felicitaciones. Cuentas todo con tanto detalle que me parece estar ahí, en la piel de tus protagonistas.
Besos guapa
ES LA DULCE VENGANZA, SI TODAS TUVIÉSEMOS ESA ENTEREZA¡¡
ME GUSTA LA FRASE, "dejaba de ser una idealizada amanta clandestina", LES DESTRUISTE LA AVENTURA.
MUY BUENO ESTIMADA CARMEN, DEJO UN SALUDO PARA TI.
Carmen:
!!!!Que dureza!!!!!
!!!!Como pega !!!!!
Me gusta.
Hola Carmen, después de varios días pasé por aquí y me encantó leer lo que aún no había visto. Tenés una chispa hermosa.
Seguí así.
Bicos
Se siente un escalofría y queda un poso de amargura.
Buen relato
Un abrazo
Impactante y sobrecogedora historia, Carmen. Has elegido el estilo perfecto para marcar su crudeza.
Parabéns artista...e bicooooos!
Mis aplausos, Carmen me parece un texto magnifico aunque de una gran crudeza. Aún así mis felicitaciones.
Gracias por traerme hasta tu casa, con tú permiso me instalo en ella.
Besos cielo
devuelvo tu encantadora visita y me encuentro con este texto redondo, gracias.
Corazón partío?
Excelente relato,con un impresionante final. Felicidades.
Un saludo.
Te engancha y, para finalizar, le pones esa guinda que remata sorprendiendo.
Saludos
A mí me parece una decisión delo más acertada y teatral. Con champán para celebrarlo, sí señor.
Me encantó, bien contado, sin rodeos, te lleva de la mano a un final frio y bien cortante.
Gracias por tu visita.
Un abrazo Carmen.
Carmen, me encantó, la decisión del personaje de enfrentar este asunto con tanta frialdad y el símbolo de esa maleta. Eso es demoledor. Besos
Olá Carmen!
Agora, que tive o prazer de conhecer a sua escrita, vou procurando ler as suas histórias, mais antigas. Esta então, é um encanto, gostei imenso.
Era bom, que todas as mulheres e todos os homens, perante uma traição conjugal, tibessem a frieza, o bom senso e o senso de humor, da sua heroína.
Um beijo
Diamantino
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