Me sorprendió el insomnio como un puñal en medio de la noche. Por eso te llamé.
Es un insomnio distinto esta vez. Como una cortina raída y negra que me envuelve, me aprisiona y me enfurece. Deben ser las mentiras que suicidan al amor y que llenan las horas vacías, sin él, que me recorren lentamente, como un caracol, mientras cientos de imágenes y palabras bucean en mi cabeza con brutal lucidez.
Antes que nada deseo agradecerte que hayas venido. Tu compañía me ayuda a resistir, a no claudicar. El que resiste, gana, ¿recuerdas quién lo dijo?
—Fue Camilo José Cela. Y no estoy totalmente de acuerdo con ese lema.
Hay que tener mucha fortaleza para resistir, y yo la tengo, aunque por momentos me invade una furia triste que voy soltando por solitarios rincones. Pero nada digo. Las palabras son gomas de borrar que no borran la tristeza. Por eso callo, y resisto, hasta que él pueda verme nuevamente. Mientras, soy apenas un fantasma que traspasa su vida.
—Desde luego que no te puede ver a ti, a la que se minusvalora, a la que se atrinchera detrás del muro de la resistencia, esperando. Solo puede verla a ella. ¿No te das cuenta? Él está cómodo en su doble vida. Tú no compites, no le reprochas, solo aguantas abrazada a tu fortaleza, que si bien es una virtud, tiene diferentes dimensiones, y una de ellas es ir al frente, atacar los objetivos, perseguir las metas con decisión. El que tan solo resiste no siempre puede ganar. Debes decirle de una vez por todas que es un desgraciado malparido, y que estás dispuesta a darle el peor de los escarmientos.
Pero eso lo empujará fuera de mí definitivamente. Y sin él solo seré soledad, silencio, seré olvido. Mi memoria se niega a perderlo.
—Ya lo has perdido porque no lo tienes. Abandona de una vez la retaguardia de tu vida. Plántate delante de él y vomita en su cara todo lo que llevas por dentro, sin guardarte nada.
Parece que lo sabes todo, pero ignoras por completo cómo me siento. La traición del amor es como un vendaval que te sorprende en medio del bosque sin un resquicio donde cobijarte. Es imparable. Lo único que te queda es abrazarte a un árbol y resistir hasta que pase.
—¿Y tu árbol dónde está, a quién te aferras para que el ventarrón no te arrastre?
¿Por qué crees que te llamé esta noche? Estás aquí. Es a ti a quien me aferro, Venganza, la que me sostiene, la que me ayuda a resistir mientras espero la mañana.
¿Qué haremos tú yo, Venganza, cuando amanezca?
Es un insomnio distinto esta vez. Como una cortina raída y negra que me envuelve, me aprisiona y me enfurece. Deben ser las mentiras que suicidan al amor y que llenan las horas vacías, sin él, que me recorren lentamente, como un caracol, mientras cientos de imágenes y palabras bucean en mi cabeza con brutal lucidez.
Antes que nada deseo agradecerte que hayas venido. Tu compañía me ayuda a resistir, a no claudicar. El que resiste, gana, ¿recuerdas quién lo dijo?
—Fue Camilo José Cela. Y no estoy totalmente de acuerdo con ese lema.
Hay que tener mucha fortaleza para resistir, y yo la tengo, aunque por momentos me invade una furia triste que voy soltando por solitarios rincones. Pero nada digo. Las palabras son gomas de borrar que no borran la tristeza. Por eso callo, y resisto, hasta que él pueda verme nuevamente. Mientras, soy apenas un fantasma que traspasa su vida.
—Desde luego que no te puede ver a ti, a la que se minusvalora, a la que se atrinchera detrás del muro de la resistencia, esperando. Solo puede verla a ella. ¿No te das cuenta? Él está cómodo en su doble vida. Tú no compites, no le reprochas, solo aguantas abrazada a tu fortaleza, que si bien es una virtud, tiene diferentes dimensiones, y una de ellas es ir al frente, atacar los objetivos, perseguir las metas con decisión. El que tan solo resiste no siempre puede ganar. Debes decirle de una vez por todas que es un desgraciado malparido, y que estás dispuesta a darle el peor de los escarmientos.
Pero eso lo empujará fuera de mí definitivamente. Y sin él solo seré soledad, silencio, seré olvido. Mi memoria se niega a perderlo.
—Ya lo has perdido porque no lo tienes. Abandona de una vez la retaguardia de tu vida. Plántate delante de él y vomita en su cara todo lo que llevas por dentro, sin guardarte nada.
Parece que lo sabes todo, pero ignoras por completo cómo me siento. La traición del amor es como un vendaval que te sorprende en medio del bosque sin un resquicio donde cobijarte. Es imparable. Lo único que te queda es abrazarte a un árbol y resistir hasta que pase.
—¿Y tu árbol dónde está, a quién te aferras para que el ventarrón no te arrastre?
¿Por qué crees que te llamé esta noche? Estás aquí. Es a ti a quien me aferro, Venganza, la que me sostiene, la que me ayuda a resistir mientras espero la mañana.
¿Qué haremos tú yo, Venganza, cuando amanezca?
12 comentarios:
Carmen, luego que el puñal del insomnio, la pena y la rabia nos abandonan, comprendemos que mejor que resistir es dejar ir... dejar que se vayan las malas emociones, dejar que se vaya el recuerdo, dejar que se vayan las personas y los apegos que han de irse. Si una fuera un pequeño bote amarrado con fuertes nudos en la bahía, el trabajo es desamarrar los nudos y dejar que el botecito se adentre en las aguas.
Un abrazo!
El que resiste solo aprende a resistir. Muy buen relato.
Saludos
Lo más práctico es empezar hoy de cero, como si nacieras otra vez.
Todo lo que nos ata a pasados desagradables nos desgasta.
Besos.
Mi querida Carmen: Que miedo tenemos a decir la verdad pensando que perderemos a lo que ya no poseemos, pero es que como dice aquella canción: que corto fue el amor y que largo es el olvido.
La venganza nos ayuda a resistir pero eso no es suficiente, lo que hay que hacer es dejar que los pensamientos dolorosos sigan un camino del que no puedan volver jamás.
¿Cómo se hace? Es difícil pero creo que cada uno tenemos nuestros mecanismos de defensa. Procura que aparezcan los tuyos y no dejes que ese dolor traspase al año que entra de aquí a bien poco.
Mil besos y mil rosas llenas de cariño.
Querida Carmen, espero que no seas tú la protagonista de este relato. ¿Debo preocuparme?
Bicos querida amiga
Queridos amigos y amigas, no soy yo la mujer que convoca a la venganza para que la ayude a traspasar una situación de la que no puede salir. Es solo literatura, si bien está tomada de la realidad de una persona a la que quiero y respeto mucho por ser una mujer valiente, que le planta cara a la vida, aun en medio de muchas inseguridades y miedos.
Y si decidí escribir esta entrada (con su permiso) es porque resistió ¡y ganó! Porque supo perdonar y perdonarse, y porque sabe amar por sobre todas las cosas.
Este es mi homenaje a una amiga de la que estoy muy orgullosa.
un abrazo para todos recién cosechado.
Hermoso relato, muy directo, sin ambagues. La enseñanza es clara, carmen y por mi parte creo en eso. Un abrazo
La satisfacción de la venganza...
Muchas veces, creo yo, al final no satisface para nada porque igualmente te quedas sin el amado y la alegría dura lo que unos cuantos suspiros.
Estupendo relato para esas horas de insomnio y de soledad. Amarrarse a algo, incluso a una venganza que luego no se lleve a cabo, es bueno para aguantar los primeros ataques.
Bicos.
Carmen, me gustó tu relato. sabes cuantas veces mi venganza no acudió a la cita?, gracias a su impuntualidad ¡¡¡ abrazos de Navidad para ti
El insomnio es así de oportuno, el que no es oportuno es el que molesta a altas horas de la mañana porque no puede dormir.
Un abrazo
... y el que calla no siempre otorga. Me encantó esto que he leído, aunque doloroso y cruel como es a veces la vida.
Un bico.
Una amistad un tanto peligrosas, sin duda.
Buen relato.
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