jueves, 13 de febrero de 2014

El limonero de Axel





Pobre limonero de fruto amarillo
cual pomo pulido de pálida cera,
¡qué pena mirarte, mísero arbolillo
criado en mezquino tonel de madera!



Los versos de Antonio Machado poco tienen que ver con el limonero que crece en mi balcón. Lo de, “qué pena mirarte, mísero arbolillo” no le compete, aunque el “mezquino tonel de madera” por el momento es lo que hay.
Yo lo miro maravillada, y le declaro mi amor cada vez que lo riego mientras acaricio sus hojas intensamente perfumadas… de limón.
Es que es un arbolito muy especial. Nació de las manos de uno de mis amores, el de los ojos verdeazules más hermosos del mundo mundial: Axel. Un día de hace unos cuantos meses el peque agarró un medio limón y me preguntó si le podía sacar las semillas y ponerlas en una maceta con tierra para que creciera un limonero.
Desde luego que acepté, solo por darle el gusto (las abuelas tenemos el sí fácil), pues debo confesar con cierta vergüenza que no le tenía mucha fe al experimento. Axelito distribuyó las semillas en la maceta, las cubrió con tierra y luego echó agua como para que nadasen, lo cual reforzó mi pensamiento en cuanto a que allí solo podían crecer malas hierbas.
Y así sucedió. Las malas hierbas crecieron pero en medio se fueron abriendo paso unas hojas verdes y alargadas que me hicieron sospechar que el limonero de Axel estaba decidido a desafiar la polución de un balcón asomado a una calle demasiado transitada, y a crecer en un “mezquino tonel de madera”.
Y vaya si crece, pronto alcanzará la altura de Axel, que ya plantó un árbol.
Ahora le falta escribir un libro y tener un hijo.

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