De mis siembras y cosechas quiero dejar testimonio por estas páginas. A ver qué sale....
martes, 31 de diciembre de 2013
¡Buen Camino, 2014!
¡A preparar las mochilas, peregrinos!
¡El 2014 nos espera!
Ahí está para nosotros, con su Camino inexplorado, con sus sueños intactos y cientos de oportunidades por conquistar.
¡Buen Camino, peregrino del 2014!
Que el Camino te sea propicio, benévolo, complaciente.
Pero cuando surjan los inconvenientes —que los habrá— tómalos como una oportunidad para ser más sabio.
Sé solidario y atento con los otros caminantes. Sonríeles, pregúntales si precisan algo cuando los veas desfallecer. Si no tienes nada material para ofrecerles, con un abrazo bastará. Carga muchos abrazos en la mochila de los días y regálalos porque sí.
Cuando el cansancio te venza, levanta la vista y mira al cielo. Resiste. Búscate en el adentro. En tu adentro. Ahí están todas las respuestas.
El Camino a veces se hace duro, pero vale la pena. Disfrútalo, vívelo, no te pierdas uno solo de sus instantes. Es tu Camino, compártelo con tus amores, con los que te quieren, con los que quieres, sin imponerles tu manera de caminar. El amor es libertad.
Pon en tu mochila lo que más quieras, peregrino/na. Eres dueño de tu equipaje, por lo tanto elige muy bien, hazte cargo de tu elección y ¡adelante! Siempre adelante, no mires atrás demasiado, y si lo haces que sea solo para no volver a tropezar con la misma piedra.
Por mi parte pienso cargar mi mochila —para empezar— con una cuota extra de paciencia, porque ya agoté la que me venía de nacimiento. Se me hace difícil tolerar a los estúpidos, sátrapas, demagogos, miserables, corruptos que falsean la realidad para ocultar sus propias miserias. Pero ése es otro tema.
Ahora sigo con mis pertrechos para la mochila del 2014, en la que no faltará el amor, la fe, la rebeldía, los abrazos, la terquedad, la perseverancia, el perdón… y los sueños.
“La vida es un sueño, cúmplelo” (Madre Teresa de Calcuta).
A este 2014 quiero pedirle para ti, compañero, compañera de Camino, una mochila de sueños por cumplir.
Que así sea.
¡Buen Camino para el 2014!
jueves, 12 de diciembre de 2013
Una cuerda para diciembre
Y llegó diciembre…
Como siempre arribó con la carga y sobrecarga de sus once compañeros de almanaque a las espaldas. Diciembre es como el receptor de todo un año, día por día, hora por hora, de todos nuestros éxitos y fracasos, ilusiones y desesperanzas. En fin, es la vida que va pasando.
—Diciembre es el mejor mes del año, el más bonito de todos.
—¿Por qué, abuelo?
—Porque naciste tú, neniña.
El abuelo Joaquín tenía razón. Los abuelos siempre tenemos razón (aunque no la tengamos). Él siempre encontraba la palabra justa para hacerme sentir especial.
Pero eso era antes, cuando diciembre olía a infancia, a castañas asadas, a caldo con unto, lacón con grelos y el fuego crepitaba na lareira (en el lar) entonando canciones navideñas mientras afuera la nieve ponía un manto de blancura en los verdes campos.
Ahora mis cumpleaños son calurosos y tienen aromas distintos pero igual de entrañables y hermosos como aquellos de la niñez: es el perfume de los afectos, de la hermosa familia con que Dios me premió, de los amigos/as que me quieren tal cual soy, tan imperfecta.
Sin duda diciembre convoca a la esperanza y también —por qué no— a la nostalgia. Yo suelo recrearme en la nostalgia cuando me busco. En ocasiones no me encuentro. Entonces escribo (que es la mejor manera de hallarse, de hallarme) y hoy me sale decir: ¡abracadabra diciembre!, con sus luces de colores, sus guirnaldas, sus aires de Navidad y un año más en el calendario de mi vida.
Aunque a decir verdad, por estos rumbos el espíritu navideño está más bien recluido y asustado. Por eso convoco a las almas sensibles a expurgar, a despiojar este mes que está a punto de caerse del almanaque del 2013. Pasémosle el peine fino a su melena enmarañada y caótica para quitarle la violencia, el desánimo, el fariseísmo. Quedémonos solo con la esperanza, encendamos las farolas del alma para que iluminen este diciembre de furia y de miedo.
No pierdas la sonrisa, amigo/a, ni cambies tus sueños por los sueños que otros soñaron. No te resignes a los dogmas, opina en libertad, no digas lo que otros quieren oír. Piensa. Sé tú mismo, valiente, no te resignes, sé libre.
"La libertad significa responsabilidad, por eso, la mayoría de los hombres le tiene tanto miedo." (George Bernard Shaw).
Les dejo, como conclusión, un regalo virtual y mágico: una cuerda para atar esperanzas. Esperanzas que nadie nos podrá quitar, robar ni saquear.
Sean felices…
viernes, 6 de diciembre de 2013
Mandela...Invictus
Los versos que se pueden leer a continuación son del poema "Invictus", perteneciente al poeta William Ernest Henley, que fueron el consuelo de Nelson Mandela contra la flaqueza y el miedo en los años que permaneció encarcelado.
Nelson Mandela demostró, con su honestidad y valentía, que en la política a veces los milagros son posibles.
Hasta siempre, Madiba...
Desde la noche que sobre mí se cierne,
negra como su insondable abismo,
agradezco a los dioses, si existen,
por mi alma invicta.
negra como su insondable abismo,
agradezco a los dioses, si existen,
por mi alma invicta.
Caído en las garras de la circunstancia,
nadie me vio llorar ni pestañear.
Bajo los golpes del destino,
mi cabeza ensangrentada sigue erguida.
Más allá de este lugar de lágrimas
e ira yacen los horrores de la sombra,
pero la amenaza de los años,
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el camino,
cuán cargada de castigo la sentencia.
Soy el amo de mi destino;
soy el capitán de mi alma.
domingo, 24 de noviembre de 2013
La rosa los los vientos
Hay días que necesitamos más que nunca de la rosa de los vientos para no perdernos en la tristeza.
Mi querida amiga Carmen N. se está despidiendo del mundo sin saber cuánto la queremos quienes tuvimos la suerte de conocerla. No lo sabe porque una perversa enfermedad llamada Alzheimer le ha robado el pasado, el presente y hasta el futuro. ¡Te quiero amiga!!! Y eso nadie te lo podrá quitar, aunque ya no puedas recordarlo...
miércoles, 20 de noviembre de 2013
Botellas al mar
Esta mañana he tirado otra botella al mar. Una más, réplica de otras que tuvieron la misma suerte en los últimos meses. Son tantas que los de Greenpeace podrían denunciarme por contaminación.
Hasta ahora no tuve respuesta, es decir: ningún aventurero/a que navegan las inciertas aguas del mar de los sueños ha recogido mis mensajes. Pero sigo insistiendo. Es que soy optimista. Arrebatadamente.
Me pregunto cuántas personas se pasan —nos pasamos— la vida tirando botellas al mar esperando que en algún momento alguien decida recogerlas para poder cumplir ese sueño que nos desvela.
Es que somos lo que soñamos. Somos, también, lo que perdemos.
Pero hoy prefiero concentrarme en lo primero, en los sueños, en las botellas que navegan ilusionadas en busca de un alguien que las procree.
Sé que el mundo no es de los soñadores, ¿pero se imaginan un mundo sin nosotros? Sin sueños la vida sería estúpida, inútil, banal…
Sigamos soñando, entonces, a pesar de que cada vez haya menos corsarios y corsarias dispuestos/tas a rescatar sueños en alta mar.
viernes, 1 de noviembre de 2013
Un carrito en el trasero
Fila en el supermercado. Adelante, cinco personas. Detrás, unas cuantas más que no eran de mi incumbencia, si no fuera por la individua que me seguía en la larga hilera de pacientes compradores.
La susodicha me marcaba tan de cerca que su carrito de la compra se refregaba peligrosamente contra la parte baja de mi espalda. Comencé a sentirme incómoda y malhumorada. Siempre me sucede cuando la gente hace alarde de su mala educación e indiferencia hacia el semejante.
Entonces giré la cabeza y le busqué la mirada a ver si se daba cuenta de que me estaba molestando. Inútil. La individua estaba muy entretenida mandando mensajes de texto y solo levantó la cabeza para mirarme de soslayo cuando le hablé: “Por favor, ¿podrías dejar un espacio entre tu carrito y mi trasero?”.
La individua no contestó, solamente retiró unos centímetros el artefacto y luego volvió al mundo virtual de la pantalla del móvil. Respiré aliviada; no tenía ganas de meterme en una discusión. Concentré la atención en la cajera, que al parecer estaba trabajando bajo los efectos de algún tranquilizante o simplemente estaba harta de su trabajo y no se molestaba en disimularlo.
¡Ayyyyyyy! El grito me salió espontáneo al sentir un fuerte impacto en las nalgas. Esta vez el carrito de la individua me causó un fuerte dolor físico y una enorme indignación: perra twitera, te voy a meter el móvil por el culo y te lo voy a sacar por la boca, estúpida, maleducada, zombi… Las palabras se amontonaron en mi boca como moscas en la miel, pero nada de eso dije, esperando una disculpa de la incivil. Eso hubiera bastado para calmarme, pero no, la individua solo me dedicó una mirada de vaca aburrida. Entonces empujé leve pero firmemente el adminículo hacia ella y le espeté, lo más calmadamente que me permitía el cabreo que no me cabía en el cuerpo:
—Me acabas de golpear, ¿no tienes nada para decir?
—Ni que fueras de manteca; si tanto te molesta la gente quédate en tu casa —replicó la individua, ofendidísima.
Bueno, yo lo intenté, ya ven que lo intenté. Traté de no devolver una grosería con otra, pero hay gente que no entiende si no le hablan clarito, sin rodeos y de frente.
—Si vuelves a macharme el culo voy a incrustarte el carrito en la parte análoga por donde tu madre no debió sacarte nunca, ¿me entiendes?— pregunté acercándome lo más posible a su careto.
Entendió. Y yo salí de supermercado con un regusto de amarga impotencia por haber sucumbido —una vez más— a la mala educación del otro/a.
Por el momento… es lo que hay.
La susodicha me marcaba tan de cerca que su carrito de la compra se refregaba peligrosamente contra la parte baja de mi espalda. Comencé a sentirme incómoda y malhumorada. Siempre me sucede cuando la gente hace alarde de su mala educación e indiferencia hacia el semejante.
Entonces giré la cabeza y le busqué la mirada a ver si se daba cuenta de que me estaba molestando. Inútil. La individua estaba muy entretenida mandando mensajes de texto y solo levantó la cabeza para mirarme de soslayo cuando le hablé: “Por favor, ¿podrías dejar un espacio entre tu carrito y mi trasero?”.
La individua no contestó, solamente retiró unos centímetros el artefacto y luego volvió al mundo virtual de la pantalla del móvil. Respiré aliviada; no tenía ganas de meterme en una discusión. Concentré la atención en la cajera, que al parecer estaba trabajando bajo los efectos de algún tranquilizante o simplemente estaba harta de su trabajo y no se molestaba en disimularlo.
¡Ayyyyyyy! El grito me salió espontáneo al sentir un fuerte impacto en las nalgas. Esta vez el carrito de la individua me causó un fuerte dolor físico y una enorme indignación: perra twitera, te voy a meter el móvil por el culo y te lo voy a sacar por la boca, estúpida, maleducada, zombi… Las palabras se amontonaron en mi boca como moscas en la miel, pero nada de eso dije, esperando una disculpa de la incivil. Eso hubiera bastado para calmarme, pero no, la individua solo me dedicó una mirada de vaca aburrida. Entonces empujé leve pero firmemente el adminículo hacia ella y le espeté, lo más calmadamente que me permitía el cabreo que no me cabía en el cuerpo:
—Me acabas de golpear, ¿no tienes nada para decir?
—Ni que fueras de manteca; si tanto te molesta la gente quédate en tu casa —replicó la individua, ofendidísima.
Bueno, yo lo intenté, ya ven que lo intenté. Traté de no devolver una grosería con otra, pero hay gente que no entiende si no le hablan clarito, sin rodeos y de frente.
—Si vuelves a macharme el culo voy a incrustarte el carrito en la parte análoga por donde tu madre no debió sacarte nunca, ¿me entiendes?— pregunté acercándome lo más posible a su careto.
Entendió. Y yo salí de supermercado con un regusto de amarga impotencia por haber sucumbido —una vez más— a la mala educación del otro/a.
Por el momento… es lo que hay.
jueves, 11 de julio de 2013
La sabiduría de los niños
Vicky, uno de mis amores más pequeños, conversa con la bisabuela.
(Abubis)— Mañana quiero ir contigo al jardín así jugamos.
(Vicky)— No, abubis, no puedes ir al jardín conmigo porque eres viejita.
(Abubis pone cara de estar triste)— ¿Y entonces a dónde voy a ir yo para poder jugar?
(Vicky)— A un jardín de viejitos.
(Abubis)— Mañana quiero ir contigo al jardín así jugamos.
(Vicky)— No, abubis, no puedes ir al jardín conmigo porque eres viejita.
(Abubis pone cara de estar triste)— ¿Y entonces a dónde voy a ir yo para poder jugar?
(Vicky)— A un jardín de viejitos.
viernes, 1 de febrero de 2013
La retama de la abuela
Yo estaba acostumbrada a sus rarezas pero aquella vez la extraña actitud de la abuela me estremeció.
Estaba parada frente a la ventana mirando hacia la huerta, como ajena a cuanto la rodeaba, incluso a mí que ni siquiera me escuchó entrar. La lluvia batía contra el tejado como si quisiera sacudir conciencias y el viento vareaba la retama de la abuela con violencia. “Parece que hoy no quieres mojarte”, le dije muy cerca pero sin tocarla como quien tiene miedo de despertar a un sonámbulo. “Es que hoy la retama huele a despedida. Desde aquí puedo sentir su olor ácido, desagradable. Pronto voy a morir neniña, y lo que me duele no es el fin de mis días sino tu desesperanza
miércoles, 2 de enero de 2013
Me gusta el 2013!!!
Me gusta este 2013 recién estrenado.
Más allá de quienes gobiernen el país donde estoy o donde quisiera estar, me gusta este año 2013.
Me gusta más allá de los pesimistas de siempre y de los optimistas sin convicción.
Más allá de las malas noticias que arrasan con las buenas.
Más allá de las almas que solo destilan desencanto y frustración.
Más allá de la máscara trágica e hipócrita tras la cual se esconde la mitad del mundo para no ver el sufrimiento de la otra mitad.
Más allá de la gente que vive sin vivir y que no sabe emocionarse. Sin emoción somos mentira.
Es un año para tirarse sin paracaídas al abismo de los sentimientos. Para dar abrazos a traición. Para amar y dejarse amar en medio de la guerra cotidiana.
Por eso, y mucho más, me gusta el 2013, sí señor...
Es un año donde siento que mis sueños y yo nos encontraremos definitivamente para fundirnos en un abrazo interminable.
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