miércoles, 20 de noviembre de 2013

Botellas al mar




Esta mañana he tirado otra botella al mar. Una más, réplica de otras que tuvieron la misma suerte en los últimos meses. Son tantas que los de Greenpeace podrían denunciarme por contaminación.
Hasta ahora no tuve respuesta, es decir: ningún aventurero/a que navegan las inciertas aguas del mar de los sueños ha recogido mis mensajes. Pero sigo insistiendo. Es que soy optimista. Arrebatadamente.
Me pregunto cuántas personas se pasan —nos pasamos— la vida tirando botellas al mar esperando que en algún momento alguien decida recogerlas para poder cumplir ese sueño que nos desvela.
Es que somos lo que soñamos. Somos, también, lo que perdemos.
Pero hoy prefiero concentrarme en lo primero, en los sueños, en las botellas que navegan ilusionadas en busca de un alguien que las procree.
Sé que el mundo no es de los soñadores, ¿pero se imaginan un mundo sin nosotros? Sin sueños la vida sería estúpida, inútil, banal…
Sigamos soñando, entonces, a pesar de que cada vez haya menos corsarios y corsarias dispuestos/tas a rescatar sueños en alta mar.

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