La carta que sigue forma parte de mi libro (igual que la anterior publicada con esta misma etiqueta) “La maleta del inmigrante”, premiado en el Certamen Literario Ramón Rubial 2009.
Esto viene a cuento porque hoy comienza diciembre, mi mes — como decía el abuelo Joaquín— en el que cumplo unos cuantos años más que aquella niña recién emigrada y que no entendía cómo podía ser que en su cumpleaños siempre hacía mucho frío y mientras escribía la carta (documento textual, solo con correcciones ortográficas) y a punto de cumplir un año más, el calor se le pegaba a la piel.
Esto viene a cuento porque hoy comienza diciembre, mi mes — como decía el abuelo Joaquín— en el que cumplo unos cuantos años más que aquella niña recién emigrada y que no entendía cómo podía ser que en su cumpleaños siempre hacía mucho frío y mientras escribía la carta (documento textual, solo con correcciones ortográficas) y a punto de cumplir un año más, el calor se le pegaba a la piel.
Querido abuelo:
Espero que esté bien, lo mismo que la abuela. Hoy es la primera vez que le escribo de noche, y sin luz, así que no me pida buena letra. Estoy justo al lado de la ventana, por donde entra la luna, redonda como un plato y brillante como un sol. Me hace recordar a la luna de la aldea que convertía la noche en un día nublado. ¿Se acuerda abuelo cuando lo acompañaba a regar los campos en aquellas noches de luna llena? ¡Cómo me gustaba! Me daba mucho miedo, es verdad, pero me gustaba igual.
Cuando me pongo a pensar en esas cosas me siento muy triste, sobre todo por las noches, porque en el día me entretengo con una cosa o con la otra. Esta noche me puse a pensar que ya estamos en diciembre. Mi mes. Porque usted siempre me decía que era mi mes, que yo no podría haber nacido en otro mes que no fuera diciembre. Nunca le pregunté por qué decía eso, que a mí me parecía tan bonito.
Va a ser muy raro cumplir los años con semejante calor, abuelo. Mis cumpleaños siempre fueron con mucho frío, todos juntos en la cocina de su casa, alrededor de la lareira. A lo mejor algún día volveré a cumplir años en invierno, que es como debe ser.
Por el momento me quedo aquí, en la ventana, aguardando no sé qué, porque el sueño no viene para mí. Entonces aprovecho para estar a solas un poco. Creo que voy a hacer esto más seguido. Ellos duermen. Papá ronca como un trueno, mamá no. Esto de estar todos juntos y amontonados y no poder encontrar un lugar para estar sola me da rabia, como tantas cosas.
Quizá sean ideas mías, abuelo, pero siento que este diciembre de aquí no es totalmente mío como el de allá; aquí nada es mío, como si siempre estuviera de visita. Doña Francisquita dice que eso es así al principio pero después nos acostumbramos y ya nos sentimos como en casa. A lo mejor tiene razón.
Abuelo, voy a ver si duermo, porque mañana tengo que ir a la escuela, que ya está terminando, y a la tarde voy a ir a la pieza de las madrileñas porque viene un cura español que parece que de noche se convierte en fantasma. O al revés. Bueno, es igual, ya le contaré en la próxima.
Espero que esté bien, lo mismo que la abuela. Hoy es la primera vez que le escribo de noche, y sin luz, así que no me pida buena letra. Estoy justo al lado de la ventana, por donde entra la luna, redonda como un plato y brillante como un sol. Me hace recordar a la luna de la aldea que convertía la noche en un día nublado. ¿Se acuerda abuelo cuando lo acompañaba a regar los campos en aquellas noches de luna llena? ¡Cómo me gustaba! Me daba mucho miedo, es verdad, pero me gustaba igual.
Cuando me pongo a pensar en esas cosas me siento muy triste, sobre todo por las noches, porque en el día me entretengo con una cosa o con la otra. Esta noche me puse a pensar que ya estamos en diciembre. Mi mes. Porque usted siempre me decía que era mi mes, que yo no podría haber nacido en otro mes que no fuera diciembre. Nunca le pregunté por qué decía eso, que a mí me parecía tan bonito.
Va a ser muy raro cumplir los años con semejante calor, abuelo. Mis cumpleaños siempre fueron con mucho frío, todos juntos en la cocina de su casa, alrededor de la lareira. A lo mejor algún día volveré a cumplir años en invierno, que es como debe ser.
Por el momento me quedo aquí, en la ventana, aguardando no sé qué, porque el sueño no viene para mí. Entonces aprovecho para estar a solas un poco. Creo que voy a hacer esto más seguido. Ellos duermen. Papá ronca como un trueno, mamá no. Esto de estar todos juntos y amontonados y no poder encontrar un lugar para estar sola me da rabia, como tantas cosas.
Quizá sean ideas mías, abuelo, pero siento que este diciembre de aquí no es totalmente mío como el de allá; aquí nada es mío, como si siempre estuviera de visita. Doña Francisquita dice que eso es así al principio pero después nos acostumbramos y ya nos sentimos como en casa. A lo mejor tiene razón.
Abuelo, voy a ver si duermo, porque mañana tengo que ir a la escuela, que ya está terminando, y a la tarde voy a ir a la pieza de las madrileñas porque viene un cura español que parece que de noche se convierte en fantasma. O al revés. Bueno, es igual, ya le contaré en la próxima.
De corazón: Carmen
15 comentarios:
Me pongo en la piel del abuelo y me dan ganas de llorar.
Besos.
que bella historia, querida Carmen, cuanto tendrás en ese baúl de recuerdos, sácalo a la luz y regalanos tu nostalgia, un abrazo.
Vaya, me hiciste emocionar. También yo me sumo a que nos muestres un poco más de ese cajón de tus recuerdos.
Besos
¡Qué ternura!. Tengo lágrimas en los ojos, como me imagino al abueno, al no poder ver la misma luna "redonda como un plato" que tú.
Bicos.
Mi querida Carmen: Hay mucha ternura y añoranza en esa carta de una niña que no comprende el por qué de los cambios que se producen en nuestra vida. Ternura y añoranza por los abuelos y por la tierra que te vio nacer.
Felicidades por continuar con esa ternura y por ese año más que llega a tu vida.
Mil besos y mil rosas.
Sigo pensando que es una suerte que conserves estas cartas. Y una fortuna que las compartas con nosotros. Ay, los abuelos, cuánto se les echa de menos.
Un saludo
Una carta muy emocionante en su aparente sencillez, porque deja asomar sentimientos de amor y de desarraigo muy intensos. Es preciosa, carmen, aunque duela. Un abrazo admirado.
Hola Carmen, un gusto. Que tesoros son las cartas. El contacto epistolar, siento, es un vínculo muy especial entre dos personas... y que bello es el nexo con los abuelos. Leer tu post me ha recordado mi niñez, a mi tata Humberto y a unas cartas que guardadas tengo entre yo y mi abuela. Las volveré a leer y seguro en mi alma se producirá un concierto de vibraciones(Re-Vivir) ¡Gracias!... volveré!
Te felicito. Y lo hago por tu pronto cumpleaños, por esa carta tan maravillosas que transcribes, y por el premio en el certamen. Ah, y por esa casa de niña buena de la foto. Sonrío.
A Toro:
Gracias por tu sensibilidad.
Cosechas de abrazos
A La Abuela...
Hay mucho en ese baúl, y de cuando en cuando algo se escapa para no quedar en el anonimato.
Una cosecha de abrazos
A Martín:
Me alegra que hayas sentido mi emoción.
Besos mil
A Fonsilleda:
Mi abuelo Joaquín sufrió tanto mi ausencia que no la pudo resistir.
Una gran cosecha de abrazos
A Malena:
La inmigración es un dolor profundo y mucho más para una niña que no alcanza a comprender por qué tiene que dejar todo lo que ama.
Cosechas de abrazos
A Nalda:
Conservo solo unas pocas de las muchas cartas que le escribí a los abuelos sin llegar a mandárselas. Es una pena, pero así son las cosas.
Besotes mil
A Isabel:
Estas cartas me sirven para protejer y mimar a esa niña que vive dentro de mí, y que hubo un tiempo que la tuve abandonada.
Una cosecha de abrazos
A Eva:
Bienvenida a mi blog, y me complace haber contribuido a recordar tu niñez.
Una gran cosecha de abrazos
A Raúl:
Es cierto, tengo cara de niña buena; espero que en la madurez no se me haya borrado del todo (sonrío).
Abrazos recién cosechados
A TODOS:
Gracias mil por la felicitación por mi cumpleaños, que será, si Dios quiere, el 15 o 16 de este mes. Se preguntarán por qué un día o el otro, pues a lo mejor intento explicarlo en una entrada.
Os quiero!!!!!!!!!!!
conmovedor.
Y felicidades atrasadas..
Sigo véndoche a mesma cariña de sorpresa nas duas fotos (na deste post e na que agora puxeches como avatar). Iso denota intelixencia!.
Precisamente hoxe falei coa miña filla pequena (anda como unha tola por ter un móbil) sobre como nos comunicabamos antes. Da beleza das cartas, da intensidade de que chegara unha a teu nome...
Unha dulzura.
Bicos de Antas
Debeu ser chocante cambiar os decembros fríos, e os camiños cheos de lama xeada, polos calores veraniegos do decembro de Bos Aires.
Gustoume moito a carta. As túas vivencias son moi semellantes ás miñas en tantas cousas!
Eu sempre precisei (e aínda preciso) "un lugar para estar sola", e de nena-adolescente iso era moi importante tamén para min.
Daquela eu vivía tamén unha pequena emigración (a dos que marchamos da aldea á cidade)
No fondo sentíame igual de desarraigada.
Unha aperta trasatlántica.
Pasé a echar un ratito de lectura y me voy como siempre, encantado.
Saludos y un abrazo.
Hermosa reflexión, de los recuerdos somos parientes, inevitablemente.
Saludos sinceros desde Nicaragua.
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