Aquí estoy, asomada a la ventana del hotel O Cebreiro. El viento helado me acaricia la cara y el alma, aterida por las emociones. ¡Me siento tan feliz! Me cuesta creer que al amanecer comenzaremos a caminar hacia Santiago. O Cebreiro duerme, igual que mi Pedro, metido hasta la cabeza entre todas las mantas que encontró disponibles, luego de una estupenda cena: de primero caldo gallego, luego merluza con patatas y de postre queso con miel. Y también un buen vino para acompañar y celebrar que el Camino quizás nos dé la gran oportunidad de reencontrarnos en esta etapa-bisagra de nuestras vidas.
Yo no puedo ni quiero dormir, tal es mi ansiedad por estrenarme como peregrina. La ventana del hotel acota el paisaje de sombras con luz de luna. Voy a salir. Hace mucho frío pero no me importa.
Ya estoy a merced de la noche, bendita noche. El susurro de mi voz hiere el silencio que amorosamente se acuesta en este mundo que parece sacado de la misma memoria de los siglos. Las pallozas son como fantasmas circulares con grandes sombreros de paja mirando al cielo, que poco a poco se va cubriendo de nubes que tapan la luna y opacan las estrellas. Tengo ganas de llorar, y no me privo. ¿Podremos llegar a Santiago? Inevitablemente mi entusiasmo se pelea con las dudas.
Las dudas y el miedo no son los mejores compañeros de una peregrina, así que ¡buen Camino Carmiña!
La grabadora me devuelve mi voz estremecida en aquella noche del 1º de junio de 2008, víspera de mi encuentro con el Camino de Santiago. Han pasado casi dos años y nunca intenté poner en orden cientos de anotaciones y algunas horas de grabación de tan maravillosa experiencia.
¿Por qué no escribí sobre el Camino teniendo en cuenta que era uno de mis propósitos? No lo sé, así de simple. Me lo he preguntado y me lo han preguntado muchas veces, sin que pudiera hallar una respuesta valedera que no sonara a excusa.
Lo que hoy me impulsó a escribir esta entrada fue el comentario de un caminante que consideraba que el “verdadero” peregrino es aquel que se deja la piel en el Camino y no quienes van ligeritos de equipaje y duermen en hoteles en vez de hacerlo en los albergues.
Pues no estoy de acuerdo con este señor, encargado al parecer de catalogar a los peregrinos según su estrecho criterio. Y no lo estoy por ser yo misma y mi compañero dos de esos peregrinos menoscabados en su condición, lo cual no me hará parecer muy objetiva cuando digo que el espíritu del Camino no tiene nada que ver con dormir en un albergue, a cielo abierto o en una cómoda cama, o en caminar más o menos quilómetros en cada jornada, o llevar 20 kilos sobre la espalda, o nada.
El Camino es solidaridad, es alegría, es amor, es descubrimiento, es reflexión, es espiritualidad, es viaje interior, es desafío, y también es sacrificio, pero lo justo y necesario. Así lo pensamos mi compañero y yo cuando decidimos: 1º) utilizar el servicio de transporte para llevar las mochilas, y 2º) no parar en los albergues sino en hospedajes. Esto tiene que ver con cierta comodidad que hace unos cuantos años atrás, en mis tiempos de hippie controlada (por mi madre) no me hubiera importado. Mi espíritu aún conserva intacta la rebeldía y las ganas, pero mi cuerpo parece estar demasiado acostumbrado a la vida moderna y sedentaria. ¿Esto nos hace menos peregrinos? Definitivamente no.
El Camino es lo que cada peregrino quiera hacer de él. Igual que en el camino de la vida.
Yo no puedo ni quiero dormir, tal es mi ansiedad por estrenarme como peregrina. La ventana del hotel acota el paisaje de sombras con luz de luna. Voy a salir. Hace mucho frío pero no me importa.
Ya estoy a merced de la noche, bendita noche. El susurro de mi voz hiere el silencio que amorosamente se acuesta en este mundo que parece sacado de la misma memoria de los siglos. Las pallozas son como fantasmas circulares con grandes sombreros de paja mirando al cielo, que poco a poco se va cubriendo de nubes que tapan la luna y opacan las estrellas. Tengo ganas de llorar, y no me privo. ¿Podremos llegar a Santiago? Inevitablemente mi entusiasmo se pelea con las dudas.
Las dudas y el miedo no son los mejores compañeros de una peregrina, así que ¡buen Camino Carmiña!
La grabadora me devuelve mi voz estremecida en aquella noche del 1º de junio de 2008, víspera de mi encuentro con el Camino de Santiago. Han pasado casi dos años y nunca intenté poner en orden cientos de anotaciones y algunas horas de grabación de tan maravillosa experiencia.
¿Por qué no escribí sobre el Camino teniendo en cuenta que era uno de mis propósitos? No lo sé, así de simple. Me lo he preguntado y me lo han preguntado muchas veces, sin que pudiera hallar una respuesta valedera que no sonara a excusa.
Lo que hoy me impulsó a escribir esta entrada fue el comentario de un caminante que consideraba que el “verdadero” peregrino es aquel que se deja la piel en el Camino y no quienes van ligeritos de equipaje y duermen en hoteles en vez de hacerlo en los albergues.
Pues no estoy de acuerdo con este señor, encargado al parecer de catalogar a los peregrinos según su estrecho criterio. Y no lo estoy por ser yo misma y mi compañero dos de esos peregrinos menoscabados en su condición, lo cual no me hará parecer muy objetiva cuando digo que el espíritu del Camino no tiene nada que ver con dormir en un albergue, a cielo abierto o en una cómoda cama, o en caminar más o menos quilómetros en cada jornada, o llevar 20 kilos sobre la espalda, o nada.
El Camino es solidaridad, es alegría, es amor, es descubrimiento, es reflexión, es espiritualidad, es viaje interior, es desafío, y también es sacrificio, pero lo justo y necesario. Así lo pensamos mi compañero y yo cuando decidimos: 1º) utilizar el servicio de transporte para llevar las mochilas, y 2º) no parar en los albergues sino en hospedajes. Esto tiene que ver con cierta comodidad que hace unos cuantos años atrás, en mis tiempos de hippie controlada (por mi madre) no me hubiera importado. Mi espíritu aún conserva intacta la rebeldía y las ganas, pero mi cuerpo parece estar demasiado acostumbrado a la vida moderna y sedentaria. ¿Esto nos hace menos peregrinos? Definitivamente no.
El Camino es lo que cada peregrino quiera hacer de él. Igual que en el camino de la vida.
13 comentarios:
No lo hecho.
Ni creo que lo haga.
No me llama la atención ni me atrae.
Besos.
Olá Cármem!
Obrigado, pela visita ao meu blogue.
Devo dizer que, peregrinações por religiosidade, não faz o meu género, mas li o seu artigo com muito satisfação, mais pela forma do que pelo tema, no entanto sorri encantado com a última parte, quando você refere o seu tempo de menina «hippie» controlada pela mamã. E que agora, embora acomodada ao conforto, conserva ainda a rebeldia e as «ganas» daquele tempo.
Um beijo
Pues yo en cambio te envidio. Yo me muero de ganas de hacerlo, porque ese camino es ideal para recorrerlo en busca de uno mismo. Un beso.
Hice muchas veces el tramo gasllego del Camino de Santiago, es decir desde Piedrafita do cebreiro hasta la puerta de la catedral y uno asola el camino fracés desde Roncesvalles, que me ocuó gran parte del verano.
Siempre fueron experiencias positivas de amistad, medicacion, concentración, intercambio, durmiento siempre en albergues, porque no vasle el Rolls y los hoteles de primera. Porque el camino es eso, confraternidad e incluso, en ocasiones, nacimiento del amor.
No entro en su valoración religiosa porque soy ajeno a ella y te aseguro que eso es muy habitual pues he compartido kilometros con musulmanes, judios, budistas , agnósticos y ateos.
Espero que lleguen con felicidad.
Besos ol Bicos, ahora que estas ya en galicia y puedo hablarte en mi lengua.
Mi querida Carmen: Siempre he pensado como tú, que el Camino tiene unos objetivos más espirituales. Que es entrar en comunicación contigo y superar los obstáculos que van saliendo y que te hacen más fuertes.
Quería hacerlo este año pero me resultará imposible. Habrá que postergarlo.
Mil besos y mil rosas.
Queridiña, ni caso, no hagas caso de las reflexiones de los demás.
Creo que lo que resume la experiencia perfectamente, son las dos últimas líneas de tu texto.
Ahí debe quedar.
Hoy día, creo yo, hay muchos tipos de peregrinos y creo que es buen que sea así.
Si el camino sirve para algo más que motivos espirituales exclusivamente o religiosos, mejor que mejor.
¿Quien es capaz de tirar la primera piedra para decir tal o cual cosa?.
No he hecho el camino, pero he escuchado cientos de experiencias y cada persona lo vivió de manera distinta (o igual, dependiendo)
Muchos bicos.
Como tu, pienso que el camino es, algo personal y único.
No creo que importe mucho la mchila y el hotel, si no lo que te habita en ese momento y la disposición a redirse
al descubrimiento interior a través del sendero, el camino.
Todavia no lo he echo pero lo tengo en mente.
Un abrazo Carmen
Fue el deseo de toda mi vida, ya, creo que tengo que empezar a desistir.
respecto de las comodidades y sus opciones, pienso como tu.
Felicitaciones querida Carmen, solo por estar sobre el camino, no todos los trayectos son iguale. un abrazo
Algo, mucho, ha de tener El Camino, para que todo aquel que lo hace le marque tanto y a la mayoría le haga regresar.
No lo he hecho nunca. Algún día llegará.
Te deseo que se fructífero en todos los campos, personales, sentimentales, espirituales.
Un beso
y cual será el mio?
me encantó el tuyo...
Andando siempre adelante.... hasta ver las piedras donde habita...
Saludos y un abrazo enorme.
Debo decir, para quienes piensan que estoy haciendo el Camino de Santiago actualmente, que se han salteado algunos párrafos.
Ya me gustaría hacerlo nuevamente, pero por ahora me quedo con el recuerdo de la primera vez.
Besos, y gracias a todos por sus comentarios
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