"Otro trago y otro más.
Tú, rubia que mareas, no sabes lo que duele el alma cuando está machacada. Sin amor. Maldito amor. Ante ti me confieso, compañera de esta noche melancólica, ya nadie canta boleros con sabor a mí. Los hombres pasan por mi vida sin siquiera dejar una pequeña cicatriz, un recuerdo que ilumine las noches de insomnio. El amor no existe, te lo digo yo, rubita mareante, pero aun así lo busco. Desesperadamente. Así de imbécil soy. Pero no se lo cuentes a nadie, o sí, total se enterarán igual. ¿Y sabes quién se lo dice? La bocazas de Saray. Ésa soy yo, una bocazas. Pero nada me importa mientras te tenga a ti, amiga de las buenas (...).
Ayúdame a olvidar, rubita. Serás mi compañera de todos los días e iremos juntas por el mundo dando cursos de olvido. ¿Qué te parece? No me contestas, desagradecida. Igual que mi madre. Está enfadada conmigo y no me habla. Me da igual.
Otro trago más, el último, y nos dormiremos juntitas, abrazadas a la desesperanza y a una sonrisa de corsario y ojos de navegante. Y a sus labios de caramelo y a su pelo amotinado. Déjame ser tu corsaria, corazón...
Te extraño, mamá. O no. Qué te voy a extrañar yo a ti, mentirosa, farsante, mala madre.
Ya me duermo, rubita. No me abandones tú también. No me abandones por favor…"
Fragmento de "Cenizas en la niebla, ¡Buen Camino!"
(Homenaje al aguardiente de hierbas, elixir de la tierra gallega, cura de todos los males...)