martes, 23 de marzo de 2010

Mi espejo amigo

“¿Por qué no pones un espejo en la pared de entrada al piso? El que llegue se verá reflejado de cuerpo entero, y tú misma te echarás una mirada cuando entres o salgas para que todo esté en su lugar”.
Bueno, hay ciertas cosas que necesitan algo más que un espejo para mantenerlas en su lugar, pensé mientras escuchaba a mi amiga Isa, que siempre encuentra soluciones para todo.
El caso es que la idea prendió enseguida en mi cerebro mutante, igual que mi casa —como no podría ser de otra manera—, testigo de muebles que cambian de aquí para allá, objetos que desaparecen para dar paso a otros, y un largo etcétera.
La pared en cuestión es el comienzo del corredor que lleva a los dormitorios, y apenas abrir la puerta de entrada uno se encuentra con ella. Es curioso pero siempre estuvo vacía de adorno alguno. Es que estaba esperando por “este” espejo, deduje cuando hace unos días lo vi colgado frente a la puerta.
Es muy cómodo porque antes de marchar me miro de frente, de espalda, me acomodo la ropa, el pelo, y hasta me sonrío a mí misma. Así comenzó mi especial relación con el espejo del pasillo. No me pasa lo mismo con el espejo que tengo en el dormitorio, con el que no me llevo bien. Siempre me encuentro algo que no me gusta. Con el que está en el cuarto de baño tenemos una relación ambivalente de amor – odio. Hay días que me veo bien y otros —sobre todo por las mañanas— que me surge preguntarle a la que veo reflejada: ¿y tú quién eres?
El caso es que el espejo del corredor es amable y siempre me devuelve mi mejor sonrisa, como me pasó ayer, que antes de cerrar la puerta me encontré despidiéndome con la mano en alto de la mujer del espejo, como si fuera una entrañable amiga que quedaría allí, atrapada en el cristal, esperando mi regreso.
"Eso no está mal —me dijo Isa con cara de preocupación— pero si algún día le hablas y ella, la del espejo, te contesta, entonces tenemos un problema".
¿Será para tanto?

martes, 16 de marzo de 2010

El dolor de la desilusión

“Cómo se acortan los días”, decía con un suspiro la abuela cada comienzo de otoño.
A algunas personas el cambio de estaciones les afecta más que a otras.
Ella decía que todas las mujeres de la familia, desde que podía recordar, padecían de melancolía otoñal, lo cual las volvía más calladas y reflexivas.
Vaya, por lo que se ve también a ti te atrapó esa melancolía familiar.
No estoy melancólica, estoy desilusionada, y no se me ocurre una manera de luchar contra esta desilusión que se me instaló en el alma.
La desilusión forma parte del aprendizaje de la vida.
Lo sé, pero no lo esperaba de él. Yo lo quería como a un padre, como el padre que no tuve, o mejor dicho que tuve pero que no fue.
Puede ser que hayas puesto en esta persona más expectativas de las que él podía cumplir.

A través de la ventana se asoma un pedacito de cielo azul-celeste de un hermoso día de casi otoño. Mas yo no puedo disfrutarlo porque me levanté caminando al filo de la desilusión como un suicida. Un gran agujero negro se me instaló en el alma y ni siquiera puedo llenarlo con suspiros. Y Ella ahí, mirándome con su cara imperturbable esperando una respuesta, como si fuera tan fácil.

Muy bien, si es lo que quieres, me declaro culpable por haber pensado que alguien de mi propia sangre no podía tener el alma tan negra, tan sucia, por haber creído en la imagen perfecta que nos vendió a todos…
Por haber creído en lo que querías creer, quizás. ¿Y ahora qué piensas hacer con lo que sabes?
Con lo que me contaron como en secreto de confesión, querrás decir. Yo, que siempre trato de estar atenta a las señales de la vida, a lo que me ocurre y al por qué o al para qué de ese acontecimiento, ahora no encuentro ninguna respuesta que me aclare por qué fui elegida para semejante revelación sin siquiera darme la oportunidad de negarme.
Se me ocurre que a lo mejor esa persona que te escogió para descargar su conciencia no tiene la fuerza suficiente para ajustar cuentas con este señor y entonces puso en ti la oportunidad de venganza. Sin duda te dejaron en una posición bien difícil.
Te quedas corta. Pero de momento lo único que quiero y puedo hacer es no verlo nunca más. No podría decirle lo que pienso de él y de su comportamiento ni tampoco perdonarlo, aunque el daño no haya sido directamente a mí.
Tú tienes la habilidad de resucitar cada vez que disparan al centro de tu corazón. También ahora juntarás los pedazos de la desilusión y volverás a creer en las personas, aun sabiendo que pueden llegar a decepcionarte. Es cuestión de tiempo.

El corazón de algunos individuos es un picador de hielo que hace pedazos todo cuanto los rodea, convirtiendo en añicos vidas y sentimientos con una habilidad digna del más encumbrado de los psicópatas.

Gotas de lluvia

Incontables gotas de lluvia deciden morir en mi ventana. Se estrellan con furia para luego resbalar en un largo dejarse ir.   Cal...